La conclusión sobre el fin de la civilización burguesa se deriva de tres discusiones: 1. El agotamiento estructural de las instituciones básicas del sistema burgués; 2. la aparición de las estructuras constitutivas en el seno de la nueva civilización postburguesa en la sociedad global contemporánea y, 3. la lógica de la evolución social de la humanidad.

La economía nacional de mercado
Al científico Arno Peters pertenece el merito de haber descubierto el principio de la futura economía socialista, partiendo de las deficiencias estructurales de la economía nacional de mercado.
De su magistral exposición del tema en la obra, Fin del Capitalismo Global. El Nuevo Proyecto Histórico, reproducimos textualmente la siguiente parte.2
La economía, como cualquier otro fenómeno del presente, sólo puede comprenderse como resultado de su evolución. Se basa en el trabajo de todas las generaciones anteriores y es, por sí misma, base de la vida de las futuras. Con todo eso, igual que la técnica, la política, el derecho, la moral, la ciencia y el arte, la economía está relacionada de diversas maneras con la evolución histórica, e influenciada y creada por la misma. Por esta razón, a cada etapa de la evolución del hombre corresponde una determinada economía. Para contestar la pregunta, si hoy en día nuestra economía está organizada razonablemente y si la gran cantidad de teorías económicas actuales y su aplicación son adecuadas para nuestra época, tendremos que contemplar el desarrollo de la humanidad bajo el aspecto particular de la economía.

Si entendemos “la economía” como el conjunto de todas las actividades e instituciones, dedicadas a satisfacer las necesidades generales, el inicio de nuestra economía data de aproximadamente ochocientos mil años atrás, cuando se fabricaron las primeras herramientas rudimentarias. Hasta esa fecha, los hombres vivieron como los animales de la naturaleza que los rodeaba. Después empezaron a transformar los objetos y materiales que encontraban para hacerlos servibles para sus fines. Con esta transformación de la naturaleza mediante el trabajo, empieza la historia de la economía. El don de observación, la energía y la habilidad manual capacitan al hombre para tener pronto una actividad ordenada. [...] Con el perfeccionamiento de las herramientas se inicia un primer reparto de tareas dentro de la familia y la tribu. Al cuchillo, cincel y aguja de coser se unen el anzuelo, la lanza, el arpón, el arco y la flecha. Los hombres se convierten en cazadores, las mujeres recolectan bayas, nueces, tubérculos y frutas, y cuidan a los niños. Esta fase de la división de las actividades intrafamiliares empezó hace aproximadamente ochenta mil años, cuando el hombre dio los primeros pasos para protegerse de la inclemencia del tiempo, con ropa de piel de fabricación propia.

Hace aproximadamente doce mil años, la domesticación y cría de animales, así como el descubrimiento de la agricultura, condujeron a una nueva fase de la historia de la economía. El hombre empezó a producir sus propios alimentos. [...] Aunque la cantidad de su alimento varía de cosecha en cosecha, ya no varía de día en día. Su existencia se vuelve más segura. El hombre construye cabañas y casas para sus provisiones y para sí mismo: se establece. También las relaciones con su propia especie se vuelven más estables. Los alimentos sobrantes se canjean por otros productos (como pedernal, cobre, bronce, recipientes de barro). Surgen aldeas. Su economía se concentra en cubrir las necesidades de la familia y de la tribu. Las herramientas y las armas son propiedad personal, la tierra es propiedad común. El trueque de los bienes sigue realizándose por los productores mismos.
Con el aseguramiento de la alimentación y la construcción de aldeas estables aumenta la población. La producción y el consumo se vuelven más variados, la gente desea productos que se
encuentran más lejos, mayores distancias se interponen entre productor y consumidor. Así resulta la necesidad del transporte, del almacenaje y de la distribución de los productos a intercambiar. [...]
Como encargados de los productores, se llevan bienes a los consumidores, y reciben otros a cambio, los cuales regresan a los productores. Más adelante compran los productos a los productores y los entregan a los consumidores por cuenta propia, lo cual les rinde mayores beneficios que los que pudieron obtener por su servicio de transporte, almacenamiento y distribución. A cambio, ellos asumen el riesgo de que las mercancías se puedan echar a perder, ser robadas o encuentren un cliente sólo después de largos tiempos de espera. En las pocas comunidades que habían progresado hacia la agricultura y la ganadería, esta transición del trueque al comercio comenzó hace aproximadamente siete mil años. Al mismo tiempo empezó a surgir el oficio del guerrero, cuya tarea consistía en la subyugación y el expolio de otras tribus, así como la protección de los parientes y de las provisiones de la propia tribu contra los intentos de sumisión y expolio por parte de otros.

Existen testimonios anteriores de combates entre tribus vecinas, también saqueos. Sin embargo, en esas acciones participaban todos los hombres de las tribus involucradas. El guerrero de oficio, sin embargo, igual que el comerciante ya no realiza ningún trabajo productivo para su propio sustento.
Estos oficios surgen al convertirse las primeras aldeas en ciudades y ciudades-Estados.
Hace más de cinco mil años, este nuevo orden económico, creado por el comercio y la guerra, se impuso en una parte tan grande del mundo poblado en aquel entonces, que podemos hablar del inicio de una nueva época, de la economía nacional, la cual lentamente dejó a un lado a la economía local. En este contexto, entendemos por “nación” a un ente estatal que ha crecido históricamente con su propia tradición y con orientación hegemónica; incluimos aquí entonces todas las comunidades que rebasan el marco de la autosuficiencia local, tal como se han sostenido desde la formación de las primeras ciudades-Estados hace cinco mil años, en su carácter y estructura, hasta la actualidad.

Esta nueva época, la economía nacional, comenzó alrededor del año 3000 antes de nuestra cronología, cuando en los valles de los ríos Nilo, Éufrates y Tigris, del Indos y del Huang-Ho se unió una mayor cantidad de gente para domar la fuerza de los ríos y usar el agua para sus fines. Mediante la construcción de diques, presas y canales convirtieron tierras áridas en campos fértiles y jardines florecientes. [...]

La creciente división de tareas mejora la calidad de los productos y produce un mayor rendimiento del trabajo. Fueron creadas nuevas profesiones. Los hombres ponen nombre a todas las cosas y también a ellos mismos. La palanca y la rueda multiplican su fuerza. El intercambio de mercancías y el comercio conducen a un tráfico regulado. Se construyen barcos en perfectas condiciones para navegar. La humanidad ha realizado la transición de la acción instintiva a una conducta meditada, ha entrado a la última etapa de su evolución. La elaboración de los metales abre el paso al razonamiento y al procedimiento técnico. La escritura hace que la
experiencia humana sea comunicable, sumable y heredable. La historia se vuelve transmisible y la obra creativa del hombre se vuelve inmortal. El comercio y la apropiación privada de la tierra conducen a una sumisión del hombre por el hombre. La orden y la obediencia entre patrón y subordinado ocupan el lugar de la vieja solidaridad entre hombres libres e iguales. Surge el Estado como un factor de orden estabilizante de una comunidad humana que se enfrenta de manera cada vez más hostil: poder y presión en el interior, guerra, robo, subyugación, explotación en las relaciones de las tribus y pueblos entre sí. La organización militar, también de la economía, reemplaza el crecimiento natural de la comunidad humana. Surgen la riqueza y la pobreza. La comprabilidad de todos los bienes y valores provoca la pérdida de la existencia integral del hombre: de esta manera, cada victoria por el camino del progreso se convierte en una derrota. La época de las máximas creaciones del hombre se convierte en la época de su más profunda humillación.

Cuando hoy, a fines del segundo e inicios del tercer milenio, miramos esa época de los cinco mil años que hemos dejado atrás, nos damos cuenta que ese tiempo, a través de todos los cambios de Estados, imperios, dinastías, religiones y sistemas sociales, lleva los mismos rasgos esenciales: el afán de obtener riquezas y poder, tal como lo trajo al mundo la aparición del comercio, la guerra y el despojo durante la transición de la economía local a la economía nacional. Esa transición, que se inició entre las pocas culturas desarrolladas de los grandes valles de los ríos, hace cinco mil años, tuvo lugar en el sur de Europa hace, aproximadamente, tres mil años; en el norte, mil quinientos años, y en la mayor parte de los países no-europeos apenas hace quinientos años, en el transcurso de la ocupación colonial por medio de las potencias europeas, y con los últimos, más retirados tribus y pueblos, apenas hace 100 ó 50 años. A pesar de que a través de toda la época de la economía nacional existieron islas de economía local, hoy día la inclusión de todas las familias, grupos étnicos, pueblos y Estados en la economía global de mercado, organizada por los ricos pueblos dominantes, ya es un hecho consumado.

¿La economía nacional ha dado buenos resultados? ¿Puede ser la base de la economía global que tenemos por delante? El siglo que está por terminar ha traído más avances científicos y técnicos que toda la historia mundial anterior. La producción en masa ha deparado productos, antes reservados para unos cuantos, a mucha gente. El tráfico y la comunicación han acercado más a los pueblos. Si hace cien años se necesitaban cuatro campesinos para alimentar a un habitante de la ciudad, ahora, la mecanización, el cultivo de plantas y la química han logrado que un campesino pueda alimentar a 25 personas. Aun así, en la Tierra prevalecen la carencia, la necesidad y la miseria. Mil millones de personas viven en prosperidad (una décima parte de ellas en la abundancia), tres mil millones en la pobreza, más de mil millones sufren hambre. Desde 1945, 600 millones de personas han muerto de hambre, esto es diez veces más que los muertos que causó la Segunda Guerra Mundial, y diariamente mueren 40 mil niños en el mundo por la misma razón, mientras nuestras bodegas rebosan y los Estados europeos pagan por la paralización de campos fértiles. Pero también en los países ricos existe la miseria: en los 12 Estados de la Unión Europea, 44 millones de personas viven en la pobreza, esto es el 14 por ciento de la población; en los Estados Unidos es el 10 por ciento de los “blancos” y el 31 por ciento de los “negros”. Y también ahí, los ricos se vuelven cada año más ricos. Exactamente, en Estados Unidos el ingreso del 20 por ciento más rico aumentó un 62 por ciento en los últimos 10 años, mientras, el ingreso del 20 por ciento más pobre de la población descendió en 14 por ciento. Esto quiere decir que la polarización en los países industrializados avanza de igual manera como sucede en la relación entre los países industrializados y los países en desarrollo.

En todo el mundo se necesitan productos y servicios de todo tipo urgentemente, pero a pesar de
ello, en Europa Occidental 35 millones de personas están sin empleo; en el mundo son 820 millones, casi un tercio de las personas en edad productiva. Y las corrientes globales de capital que se concentran crecientemente, no crean nuevos empleos ni valores materiales; ya no están enfocadas hacia la ganancia, sino únicamente a generar intereses. El volumen de los flujos de capital se ha multiplicado por diez en los últimos seis años. Ahora, más de un billón de dólares cambia de propietario diariamente en el mundo —sólo el uno por ciento de esta cantidad (diariamente diez mil millones) para las transacciones del comercio mundial— el noventa y nueve por ciento de las transacciones monetarias son netamente especulativas. Los activos de los bancos en el exterior se han cuadruplicado desde 1980: de 1.836 billones de dólares a más de ocho billones de dólares. [...]

El porcentaje de los puros ingresos por intereses, comparados con las ganancias de los empresarios, aumentó del siete por ciento en el año 1960 a casi sesenta por ciento. En los países más ricos, las personas consumen cuatrocientas veces más que la gente en los países más pobres, quiere decir, que los habitantes de Suiza consumen más en un solo día que los habitantes de Mozambique en todo un año. Todos estos son valores promedios. Los directores de las grandes empresas industriales en los países ricos, ganan tanto en un minuto como la gente en los
países pobres en toda su vida. Y los ingresos de los propietarios son más altos aún: un propietario de minas en Sudáfrica gana dos mil millones de dólares al año, esto es tres veces el ingreso anual de los cinco millones de habitantes del Chad.

Si la misión de la economía consiste en satisfacer las necesidades generales mediante una organización razonable del trabajo, entonces tenemos que constatar que nuestro sistema económico no cumple con su tarea. Tampoco existe ninguna esperanza de que la pueda cumplir en el futuro, porque está basada en el sistema de la economía de mercado, que tiene una tendencia inherente a beneficiar a los ricos y empobrecer a los marginados. Y esta polarización se ha intensificado aún más desde el fin del colonialismo político en los años sesenta del siglo XX, cuando mucha gente esperaba un cambio positivo. La participación del 20 por ciento más pobre de la población mundial en los ingresos mundiales ha disminuido del 2.3 por ciento al 1.4 por ciento en los últimos 20 años, mientras que la participación de los 20 por ciento más ricos se ha incrementado del 74 por ciento (1970) al 83 por ciento (1990). La cantidad de muertos por hambre ha llegado a los 40 millones anuales, pese a que la cosecha mundial de granos, 964 gramos por cabeza y día en promedio, sería suficiente para saciar el hambre de todos los seres humanos (necesidad diaria 750 grs.). Pero en Europa el 57 por ciento de los granos se utilizan como forraje y en Estados Unidos es el 70 por ciento.

No es el crecimiento demográfico, ni tampoco la naturaleza o el hombre quien tiene la culpa de la creciente miseria y del hambre en los países pobres, sino nuestro sistema económico, la economía de mercado, en la cual los productos y servicios no se intercambian a su valor, sino al precio del mercado mundial, el cual, desde los años sesenta, sigue beneficiando cada vez más a los países ricos industrializados. De esta manera, por una locomotora que Brasil pagó con 15 mil sacos de café hace 20 años, hoy en día tiene que pagar tres veces más (46 mil sacos de café). El valor de esa locomotora no se ha triplicado en esos veinte años, y el valor del café no ha disminuido. Sólo cambió el precio en el mercado mundial, el cual determina la relación de intercambio entre los productos industriales, ofrecidos en su mayoría por los países ricos, y los productos naturales, ofrecidos preponderantemente por los países pobres.

A pesar de que la rápida racionalización en los países industrializados debería abaratar los productos industriales, en relación con los productos naturales, lo cual significaría que los precios de los productos naturales en el mercado mundial deberían haber aumentado en comparación con los productos industriales, en 1990 los precios de los productos naturales (materias primas y productos agrícolas) habían bajado al 59 por ciento del precio que tenían en 1980. Consecuentemente, bajó la participación financiera de los países pobres en el comercio internacional del 43 por ciento (1980) al 26 por ciento (1990) —no cuantitativamente y no por su valor, sino por su precio en el mercado mundial, el cual se ha convertido en la palanca de explotación del mundo extraeuropeo desde el fin del colonialismo político.

Pero no sólo los tiempos del colonialismo político han terminado. La economía nacional que ha formado la economía del mundo durante cinco mil años, está llegando a su fin. El mundo está a punto de convertirse en un solo espacio vital. Estamos iniciando una nueva época de la historia de la economía, la época de la economía global. La transición que estamos presenciando en este momento fue preparada mediante los logros técnicos y científicos del último siglo y medio. El automóvil, el avión, una red de carreteras y vías ferroviarias que cubre todo el mundo, permiten que los hombres se acerquen más. También el intercambio de mercancías se vuelve más fácil y rápido. Con la electricidad, la energía se hace transportable. El petróleo, el gas natural, la fuerza nuclear, la fuerza hidráulica y solar abaratan la producción y el transporte mundial de las mercancías. Gracias al teléfono, la radio, la televisión que forman una red mundial, las personas se convierten en testigos simultáneos en todo el mundo. Un idioma llega a ser idioma mundial, varias monedas valen mundialmente. La racionalización y la automatización aumentan la productividad; la computarización con sistemas autoreproductores llega a una etapa que puede asegurar la base vital de todos los hombres con menos horas de trabajo. La precondición para lograr esa seguridad de vida general a escala mundial, es un sistema económico que pueda enfrentar esta tarea. La economía nacional vigente hasta nuestros días y la economía de mercado en la cual se basa, no es capaz de hacerlo.

¿Será posible modificar este sistema económico conforme a las necesidades de la economía global?
A continuación se mencionan los principios de la economía nacional, tal como se han concretado en los últimos siglos:

l) El objetivo de la economía es la prosperidad de la propia nación.

2) El Estado tiene la obligación de proteger los intereses de la economía hacia el exterior (derechos aduanales, impuestos, restricciones de importación), fomentarlos hacia el interior (disminución de impuestos, privilegios, subvenciones) y hacerlos valer vehementemente en todo el mundo (embargos, sanciones, guerra).

3) El Estado no debe limitar el libre desarrollo de la economía.

4) Los bienes raíces, los recursos naturales y los medios de producción son propiedad privada.

5) La estructura de la economía es jerárquica, todo poder de decisión está en manos de los propietarios de los medios de producción.

6) El tipo y la cantidad de producción, así como la distribución de las mercancías producidas, se regulan automáticamente mediante la oferta y la demanda (economía de mercado).

7) La economía de mercado basada en la libre competencia, conduce automáticamente a la armonía de los intereses individuales y sociales.

8) Por medio de la libre competencia, el precio de cada producto llega a su “nivel natural”, el cual, a largo plazo, equivale a su valor promedio.

9) El trabajo del ser humano es comprable, su precio se determina mediante la oferta y la demanda, igual que el precio de cualquier otro bien.

10) El afán individual de obtener ganancias es el último motor determinante de la economía.


Estas teorías de la economía de mercado no coinciden con la realidad (6,7,8) o describen una situación sin cuyo cambio la economía global no puede lograr su verdadero objetivo: el abastecimiento a todos los hombres de la tierra de los productos y servicios vitales (1,2,3,4,5,9,10).

Voltaire describió la esencia de los principios de la economía nacional, resumidos en estas diez oraciones, en una sola frase: “Claro está que un país sólo puede ganar cuando otro pierde”, y en nuestro siglo, Pareto lo dijo de la siguiente manera: “Nadie puede mejorar su posición sin empeorar la de otro.” Pero en la economía global, un país o un individuo no tienen el derecho de ganar a cuenta de otro. Sin embargo, ¿existe un sistema económico que se distinga de la economía de mercado en este punto decisivo? ¿Existe una alternativa para la economía nacional? Si analizamos la economía y su historia con respecto a la totalidad de los principios que crearon su base, encontramos sólo dos arquetipos: la economía equivalente, bajo cuyo régimen la humanidad ha vivido durante casi 800 mil años desde el inicio de su historia económica, y la economía noequivalente, la cual hace aproximadamente 6 mil años empezó a poner la economía sobre una nueva base, y que sometió a todo el mundo a su sistema. [...] Ambos arquetipos de economía son incompatibles de principio. [...] La total equivalencia entre Input y Output (insumo y producción – H.D.) es la característica de la economía equivalente, así como su inequivalencia es la característica de la economía no-equivalente.

Si la economía equivalente, como la forma original de la economía, es la única alternativa para la economía no-equivalente, misma que se está acabando frente a nuestros ojos, entonces tenemos que preguntarnos: ¿cómo surgió realmente nuestra actual economía no-equivalente, que no cumple con el verdadero objetivo de la economía: la satisfacción de las necesidades generales?

Regresemos entonces a los inicios de la teoría económica.
Aristóteles es el iniciador de la teoría científica de las categorías, como la lógica, que mediante los términos, decisiones y conclusiones correctos nos conduce a la esencia de las cosas. Independizó hace dos mil trescientos años las ciencias específicas, también la economía, y él es su primer teórico; teórico en el verdadero sentido de la palabra, el que encuentra y describe los principios de la realidad mediante la contemplación inteligente de la misma. Él ve la economía sobre el fondo de la política, la ética, el derecho y la historia. En la teoría económica del filósofo Aristóteles, “economía” es el nombre que se da al arte de la adquisición (Erwerbskunst) cuya sustancia es la creación de los medios que son necesarios para el sustento de la familia y el Estado, es decir, el cubrimiento de las necesidades. Por otra parte, Aristóteles describe un segundo tipo de arte de la adquisición, al contrario del primero, no es una pretensión de la naturaleza, sino que fue añadido artificialmente a ella. Este segundo tipo del arte de la adquisición no pertenece a la economía (Ökonomie), sino representa un fenómeno propio, la crematística (=enriquecimiento). “Como la crematística está relacionada con la economía”, dice el pensador griego, “mucha gente cree que son idénticas; pero no es así”.

En Grecia y en el Asia Menor, Aristóteles todavía llegó a conocer comunidades rurales, en donde las mercancías en su mayor parte o casi exclusivamente fueron trocadas directamente por sus productores sobre una base equivalente. Él dice al respecto: “Este trueque ni es contra la naturaleza, ni tampoco es una manera de conseguir dinero, ya que sirve solamente para complementar la independencia natural”. Después, el filósofo describe cómo con la aparición del dinero (las primeras monedas fueron acuñadas en el Asia Menor, trescientos años antes de Aristóteles) se inició el segundo tipo del arte de la adquisición, el comercio, el cual ya no está destinado al cubrimiento de las necesidades, sino sólo a obtener la mayor ganancia posible. Para Aristóteles, este enriquecimiento (crematística) es el uso antinatural de las habilidades humanas, un trastorno de la economía.

Luego, Aristóteles señala la insaciabilidad de la crematística: mientras que en la economía, la satisfacción de las necesidades tiene un límite natural, la crematística pretende incrementar su dinero hasta lo infinito: “Con razón es criticada”, dice el filósofo, “porque no se orienta en la naturaleza, sino sólo pretende la explotación. Se le junta el oficio de los usureros que es odiado por buenas razones porque obtiene su ganancia del dinero mismo y no de las cosas para cuya venta se inventó el dinero. Ya que éste sólo pretendía facilitar el intercambio, pero el interés provoca que éste se multiplique por sí solo. Por esta razón, tal tipo de adquisición es el que más atenta contra la naturaleza”. Finalmente rechaza el egoísmo, el cual culmina en la crematística, en forma general:
“El hecho de que cada cual se ame a sí mismo, está en nuestra naturaleza. Por otra parte, el egoísmo se critica con toda razón, ya que este no consiste en el amor propio, sino en que uno se quiere más de lo debido”. Para Aristóteles la economía no es autónoma, quiere decir que no tiene leyes que sean propias de ella misma. Por naturaleza, el ser humano es un ser que forma comunidades, que no encuentra su realización por sí solo, sino en el Estado. De esa manera, la economía de Aristóteles no deja de ser una teoría sobre el Estado y el ser humano. Por esta razón, para el filósofo, la ciencia más importante superior a cualquier otra, es la política, de la cual depende la economía, igual que la estrategia bélica o la retórica. Es por eso que Aristóteles no dedicó ningún estudio particular a la economía: ella forma parte de sus libros sobre ética y política.

En las teorías de Aristóteles se unieron y ordenaron los pensamientos de los filósofos griegos desde Pitágoras, en un todo. En consecuencia, su economía es la expresión resumida de la doctrina económica filosófica-política de esa época como de las respectivas escrituras sobre economía. También incluyen conocimientos y vistas de su maestro Platón y del maestro de éste, Sócrates, en sus teorías esenciales. Así la revelación de la insaciabilidad de la crematística como origen de la guerra: Platón describió las necesidades del hombre —alimento, albergue, ropa— y su satisfacción en la “ciudad con medida que a la vez es sana”. La comparó con la “ciudad de exceso”, donde se rebasan los límites de lo necesario y donde el afán de lucro conducen a la abundancia y el lujo. La tierra y el suelo que habían sido suficientes para las necesidades, ahora quedaron demasiado pequeños. “Entonces, tendremos que apropiarnos la tierra de los vecinos, y ellos también de la nuestra, y a partir de ahora tendremos que estar en guerra.” Y Platón concluye: “Hemos encontrado el origen de la guerra en aquello, cuya existencia para los Estados como para los ciudadanos en lo personal, es generalmente la causa de la desgracia”; la raíz de la crematística se ha apoderado de la economía. A partir de su principio de la prioridad del todo, la teoría de Platón de la economía sostiene que esta debe servir a la vida de todos y que nunca jamás debiera ser un instrumento para el Estado o para el individuo.

Sócrates, el maestro de Platón, ya había pronunciado el criterio determinante de la economía en su forma más general. “La mayor de las virtudes es la modestia”. Ese fue el rechazo de la desmesura, tal como había llegado a la economía por medio de la crematística. Todos esos conocimientos se integraron a las teorías económicas de Aristóteles, cuyas características más importantes quiero resumir de la siguiente manera:

1) Por naturaleza, el hombre es un ser que forma comunidades, se desenvuelve en el Estado y sus leyes.

2) La economía no tiene una función autónoma autodeterminada ante el Estado, sino sólo una función de servicio.

3) La función de la economía consiste en la satisfacción de las necesidades del ser humano.

4) Igual que las necesidades humanas, también el afán de ganancia de la economía tiene un límite natural.

5) Un complemento necesario de la producción de bienes dentro de la economía es el intercambio de los mismos, mediante el cual se intercambian productos diferentes del mismo valor (equivalentes) y sin ganancias.

6) Aparte de la economía existe la crematística (enriquecimiento), que se basa en el comercio y en los préstamos financieros, cuyo único objetivo es el lucro. La crematística trastorna la economía en su libre desarrollo, por lo cual impide el cumplimiento de su función.

7) El afán de lucro de la crematística no tiene límites. Su insaciabilidad es antinatural y ofende la vida en sí.

8) La crematística última es la causa del comercio, del robo y de la guerra.

9) La carencia y abundancia, la pobreza y la riqueza surgieron juntos y se producen conjuntamente.

10) La vida es actividad. Sólo una actividad que se realiza para su propio fin trae una satisfacción duradera. La vida que sólo sirve para adquirir dinero no vale la pena.

Hasta aquí los razonamientos de Arno Peters sobre la economía nacional.

Ver Indice del Libro "El socialismo del Siglo XXI"

1 comentarios:

  1. Armando dijo...

    Hola, hace unos años pude hacer un power point de este tema que era, repito era, uno de los favoritos de la campaña de humala en el Perú.
    Si tienen interés lo puedo enviar si me dan una dirección de correo para mejorarlo.
    La mia es la siguiente:
    aralwi@gmail.com
    y mi nombre es Armando Alzamora.
    Un saludo

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