Para transformar la sociedad hay tres caminos posibles: a) manipular genéticamente al ser humano; b) tratar de crear al “hombre nuevo” y, c) cambiar las instituciones que guían su actuación.
El inciso “a” es el sueño del capitalismo totalitario, como ya lo proclama abiertamente en los países del Primer Mundo. La opción “b” ha sido aplicada por todas las religiones del mundo, seculares y metafísicas, con resultados desastrosos. Los elegidos e iluminados, los talibanes, santos y comisarios políticos, guiados por sus respectivos credos, sólo han producido infiernos para los demás. Por eso, el Nuevo proyecto Histórico opta por el cambio de las instituciones, pero no en una perspectiva utópica, sino dentro de sus posibilidades objetivas.
El inciso “a” es el sueño del capitalismo totalitario, como ya lo proclama abiertamente en los países del Primer Mundo. La opción “b” ha sido aplicada por todas las religiones del mundo, seculares y metafísicas, con resultados desastrosos. Los elegidos e iluminados, los talibanes, santos y comisarios políticos, guiados por sus respectivos credos, sólo han producido infiernos para los demás. Por eso, el Nuevo proyecto Histórico opta por el cambio de las instituciones, pero no en una perspectiva utópica, sino dentro de sus posibilidades objetivas.
El nuevo mundo no tiene por condición que sus creadores sean santos ni héroes, sino mortales, que dentro de la contradictoria condición humana de miseria y esplendor estén dispuestos a cambiar éticamente su destino. Por supuesto, que la experiencia de lucha producirá sus propios héroes, mártires y banderas; pero no es lo mismo, establecer una precondición que afirmar el resultado de un proceso.
No cabe duda, que el fin del egoísmo, de la codicia y de la explotación, que le son inherentes al
principio de equivalencia, conducirá a cambios tan profundos en la manera de pensar y actuar, que después de su implantación general, será posible hablar, en términos generales, de un nuevo ser humano. Porque el sujeto rescatado de la denigración de las instituciones burguesas, encontrará en la democracia real un entorno para desarrollar en plenitud sus capacidades racionales (ciencia), morales (ética) y estéticas (arte). Superada la división entre el trabajo intelectual y manual; abolido el yugo extenuante y brutalizador de la plusvalía; vencida la discriminación de colores, sexo e ingreso y franqueado el abismo entre campo y ciudad, el ser humano se realizará en las tres fuentes de nuestro ser: el trabajo, el eros y el saber.
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