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La economía de mercado (crematística) no es capaz de satisfacer adecuadamente las necesidades socioeconómicas y ecológicas de un conjunto mundial de casi siete mil millones de personas, debido a cinco limitaciones sistémicas.
En primer lugar, se trata de un sistema inestable, porque carece de un mecanismo macrosocial de coordinación de sus variables estratégicas (inversión y consumo). Esa “anarquía de la producción capitalista” (Marx), que resulta de la contradicción entre el carácter social de la producción y su apropiación privada, hace inevitable las recurrentes crisis del sistema. En segundo lugar, se trata de un sistema asimétrico, es decir, la crematística produce inevitablemente la concentración y centralización del capital y de la riqueza social, en pocas manos; y los correctivos de la democracia política burguesa no tienen la fuerza necesaria para corregirla. En tercer lugar, la lógica de evolución de la economía global es mercantil-nacionalista.
Los elementos dinámicos en ella son las empresas transnacionales que se encuentran, por lo general, en propiedad de las elites económicas de su país de origen y que requieren de la protección política-militar de sus Estados nacionales para llevar a cabo sus funciones globales. En cuarto lugar, las transnacionales son excluyentes, no sólo frente a otras empresas, sino sobre todo, frente a los ciudadanos de la sociedad global que no tienen ninguna incidencia sobre sus decisiones. Ese carácter antidemocrático explica, por qué los resultados de la economía mundial no están en concordancia con las necesidades de la población mundial. Por último, la universalización del actual modelo y nivel de consumo del Primer Mundo es ecológicamente imposible. Sin embargo, las elites globales no disponen de una alternativa más racional para las mayorías; no pueden dejar la crematística para regresar a la economía.

Resumiendo, en un lenguaje clásico, la inviabilidad estructural de la economía nacional de mercado, podemos decir que la ley del valor, implementada a través de las elites nacionales dominantes, es incompatible con una sociedad global democrática, equitativa y sustentable.
Este tipo de economía, coordinada de manera inestable, antidemocrática y depredadora por “el mercado”, será sustituida por la economía democráticamente planificada. Que la nueva economía de equivalencias sea planificada, no debe asustar a nadie. No ha habido en la historia una economía noplanificada.

El hombre no tiene la opción entre planificación o no-planificación de su sistema material de reproducción, sino solamente entre diferentes tipos y colectivos humanos de planificación. En el socialismo realmente existente, la planificación fue tarea de algunos miles de funcionarios y especialistas del Estado y del partido en el poder; en el capitalismo global son algunos miles de grandes capitalistas transnacionales y funcionarios políticos profesionales. En ambos casos, no hay incidencia democrática real de la población sobre las decisiones que afectan el sustrato material de su vida: ni de los trabajadores directos ni de los ciudadanos en general. Los planes de inversión de la empresa, al igual que los presupuestos del Estado, están fuera de la soberanía del pueblo. Esto es un anacronismo, porque las redes de información y comunicación electrónica, permiten extender ya la democracia participativa a la esfera económica.

Arno Peters es quién más ha ampliado nuestro conocimiento sobre el regreso a la economía equivalente basada en la lógica del valor de uso:
«Los países comunistas, igual que los capitalistas [...] sólo pueden realizar históricamente el regreso a la economía equivalente a un nivel superior, si combinan la teoría sobre el valor del trabajo con el principio de la equivalencia. Entonces, el salario equivaldrá al tiempo de trabajo invertido, independientemente de la edad, del sexo, del estado civil, del color de la piel, de la nacionalidad, del tipo de trabajo, del esfuerzo físico, de la preparación escolar, del desgaste, de la
habilidad, de la experiencia profesional, de la entrega personal al trabajo; independientemente también, de la pesadez del trabajo y de los peligros que implique para la salud. En pocas palabras: el salario equivale directa y absolutamente al tiempo laborado. Los precios equivalen a los valores, y no contienen otra cosa que no sea la absoluta equivalencia del trabajo incorporado en los bienes. De esta manera se cierra el circuito de la economía en valores, que sustituye a la de precios. Se acabó la explotación de los hombres por sus prójimos, es decir, la apropiación de los productos del trabajo de otros, por encima del valor del trabajo propio. Cada ser humano recibe el valor completo que él agregó a los bienes o a los servicios.

»Este proceso sencillo, claramente comprensible, que cambia las bases de la economía, está sujeto a algunas condiciones. Habrá que incluir en la teoría sobre el valor del trabajo todas las actividades humanas que trasciendan el autoabastecimiento del individuo. Se trata, ante todo, de actividades que hoy día se reúnen bajo el término “servicios”: el trabajo que realizan los médicos, jueces, enfermeros, mecanógrafos, carteros, abogados, maestros, dirigentes de plantas industriales, operadores de camión, directores, barrenderos, cocineros, ministros, peluqueros, periodistas, tipógrafos; en pocas palabras, todas las actividades cuyos resultados no entran directamente a los bienes.
Cuando hayamos analizado el tiempo invertido y, en consecuencia, el valor de cada bien, podremos reducirlo a un común denominador con los servicios mediante el cálculo del tiempo invertido. Esta conmensurabilidad de los servicios con los trabajos de la producción (que sólo se puede lograr deduciendo ambos de la medida de valor objetiva, absoluta), pone a toda la economía bajo un principio uniforme, y su circuito puede cerrarse sobre una base equivalente: una base que siempre empieza con el individuo y concluye con él; una base que en la era de la economía global —que radica en la condición de que cada ser humano tenga la misma categoría, el mismo valor y los mismos derechos— incluye a todo individuo, independientemente del tipo de actividad que realice.

»También las actividades que hoy en día todavía tienen como fin el enriquecimiento personal, tienen que incluirse, en la medida en que la economía las necesite. En esto, el comercio se limita a la distribución de los bienes, su transporte y almacenamiento; estas actividades, como acciones
necesarias en un mundo con división del trabajo, se convierten en una parte del valor y tienen que remunerarse como cualquier otro trabajo: conforme al tiempo laborado. Normas similares deben aplicarse a los dueños de empresas que no pertenecen al comercio, sino a la producción. Después de que desaparezca su ganancia, su actividad empresarial —que como cualquier otro trabajo forma parte proporcional de los bienes— debe pagarse de manera equivalente, mientras la economía tenga una estructura jerárquica y, por lo tanto, siga manteniendo una organización militar que requiera de su actividad. En la actualidad, ésta es la situación en casi todos los países.
»Más difícil es, regular el trabajo materializado o acumulado. Al socializarse los medios de producción, este porcentaje del valor que forma parte de cualquier nuevo bien, favorecería a la comunidad representada por el Estado, la cual también está obligada a renovar y modernizar los
medios de producción. Si se mantuviera la propiedad privada en los medios de producción, el porcentaje del valor que resulte del trabajo materializado y que se integraría en los bienes, podría seguir siendo parte de los ingresos del empresario. Combinados con la obligación de una completa reinversión, aquí podrían conservarse algunos elementos estructurales de la economía noequivalente en la transición a la economía equivalente. El suelo y los recursos naturales se convertirían en propiedad común, tal como fue el caso durante la mayor parte de la época de la economía local equivalente. Pero no como en aquel entonces, cuando estaban disponibles ilimitadamente para todo el mundo, como el aire y el agua, sino como un bien valioso controlado por el Estado, cuya conservación y utilización debe tener prioridad para toda la humanidad ante cualquier interés particular.

»Para poder asegurar el derecho a la vivienda y habitación para todos los hombres, la comunidad que está organizada en el Estado, tiene que ordenar el uso del suelo y de los inmuebles conforme a las necesidades generales. Todas las actividades públicas que no crean valores (como la educación, la atención médica, la previsión para el retiro, la jurisprudencia, la administración) podrían pagarse mediante los impuestos conforme al tiempo laborado. La equiparación de los trabajos de la producción con la prestación de servicios, sugiere el uso del mismo nombre para ambas actividades, para lo cual se ofrece la palabra “esfuerzo” (Leistung). De esta manera, todo el curso de la economía se reduce a esfuerzos individuales para satisfacer las necesidades generales de la mejor manera posible. El principio de equivalencia queda realizado en todos los niveles por medio de la equivalencia entre esfuerzo y compensación (Gegenleistung).

»La transición hacia la economía equivalente es facilitada y activada por la rápida computarización de la economía, administración y vida privada, ya que el entrelazamiento de la producción, la distribución, el consumo y la prestación de servicios puede garantizarse por medio de la computadora: la averiguación mundial de las necesidades (inclusive las prioridades de estas
necesidades), la dirección de la producción (inclusive la construcción de nuevas plantas de producción), y la distribución de los bienes y servicios, podrían ser manejadas por computadoras desde ahora mismo. El inventor de la computadora, el profesor Konrad Zuse, llamó “socialismo computarizado” a este orden económico, cuando combina el principio de la equivalencia con la teoría sobre el valor del trabajo.

»La acumulación de la riqueza y la acumulación de la pobreza, también en su polarización, son procesos que dependen uno del otro, por lo cual sólo pueden resolverse juntos. Si todas las mercancías en el mundo se intercambiaran con base en el tiempo laborado contenido en ellas (tal
vez tendrían que pagarse sólo siete mil trescientos sacos de café por una locomotora; es decir, tantos como los obreros en Brasil cosechan durante el mismo tiempo que se requiere para construir una locomotora), esta nueva relación de precios entre los productos naturales y los productos industriales, traería consigo la necesaria igualdad de derechos económicos de los pueblos entre sí.
Terminaría tanto la sobresaturación en los países industrializados, como el hambre en los países en vías de desarrollo.

»Esta elevación del nivel de vida de los pueblos pobres del mundo, por cuenta de los pueblos ricos de Europa, Norteamérica y Japón; su participación igualitaria en los frutos de la técnica moderna, como estaría relacionada con la realización mundial del principio de la equivalencia, es una consecuencia necesaria del reconocimiento del principio de la igualdad de derechos de todos los pueblos. [...] Sin embargo, como la secular explotación colonial del noventa por ciento del mundo, por parte de los europeos, ha sido la base de la industrialización europea-estadunidense, se ofrece la idea de no aplicar el porcentaje del valor del trabajo materializado por un tiempo transitorio, al intercambiar los bienes equivalentemente en la era de la economía global, sino de aportarlo como un bien común de la humanidad, sin aplicación de valor, como el suelo, las riquezas del subsuelo y los recursos naturales. Esto representaría una reparación histórica de la explotación que los pueblos no-europeos sufrieron por parte de los pueblos dominantes europeos, puesto que no es una coincidencia que la industria moderna partió de aquella Gran Bretaña que fundó su riqueza en la venta de millones de africanos a Norteamérica y después explotó a una cuarta parte del mundo como su territorio colonial. De esta manera, históricamente, los países industrializados europeos son sólo fiduciarios de la industrialización lograda por todos los pueblos del mundo, bajo inmensos sacrificios; y con el intercambio no-equivalente no hacen otra cosa que estafar a los pueblos noeuropeos diariamente con la parte que les corresponde históricamente, de la riqueza que se genera hoy día.

»Y deberíamos tener presente lo siguiente: los países no-industrializados de este mundo no están subdesarrollados, sólo se desarrollaron de otra manera que los países industrializados. Por esta razón, hoy en día, rinden menos técnicamente. [...] La industrialización, que pretenden todos los países del mundo con todos los medios disponibles..., es injustificable ecológicamente. Pero, en muchos países sería innecesaria, si su existencia también estuviera asegurada sin la industrialización, dispensable en la estructura económica mundial. De esta manera se podría lograr un reparto natural del trabajo entre los Estados que ya no competirían uno con otro. De manera que, también podrían perder su sentido las revoluciones, que en nuestro siglo se están abriendo paso en forma cada vez más violenta, ya que cualquier revolución tiene como objetivo el mejoramiento de la situación de los pobres, es decir, básicamente el principio de la equivalencia. Si la revolución sólo logra la sustitución de una economía no-equivalente por otra, entonces fracasa. En este sentido, han fracasado todas las revoluciones hasta nuestra época. Desde 1917 se iniciaron una serie de revoluciones que, en principio, se distinguieron de todas las anteriores: tuvieron éxito porque lograron un acercamiento a la equivalencia. Sin embargo, los países comunistas no debieron haber parado en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Tenían que realizar el canje de mercancías a su valor real (suma de todo el tiempo laborado contenido en él), y tenían que efectuar la remuneración únicamente conforme a la suma del tiempo de trabajo invertido individualmente; quiere decir, que su economía tenía que hacerse equivalente. Pero ningún país podía lograr esto, si no le seguía el resto del mundo, ya que el principio de la equivalencia a largo plazo sólo puede realizarse a nivel mundial.

»En la era de la economía global, el principio de equivalencia posibilita al hombre a que deje de basar su relación con la naturaleza en el dominio y en la explotación. [...] Nuestra economía noequivalente, orientada únicamente en la ganancia, ya está consumiendo el doble de los recursos de lo que la naturaleza puede regenerar. Este abuso sin límites, a costa de las futuras generaciones, puede conducir a la extinción de la especie humana en un futuro no muy lejano.

»El desarrollo y la aplicación de la medida del valor objetiva, absoluta, traerán la era de la economía equivalente inmediatamente. Sin embargo, pueden fomentar un acercamiento de los precios y salarios a los valores, y conseguir así un cambio paulatino de la economía en el sentido de la equivalencia. Si nos ponemos a pensar que la transición mundial de la economía equivalente hacia la economía no-equivalente fue un proceso que se ha extendido por miles de años, entonces, también habrá que atribuirle una importancia histórica al más mínimo cambio en dirección a la economía equivalente.»

En una serie de entrevistas, Peters aclaró aspectos adicionales del nuevo sistema económico.
—¿Si ya no existen los estímulos materiales para los ingresos, esto no conduciría a un retroceso de la productividad?
—También la economía equivalente proporciona un real estímulo de actividad desde el punto de vista del ingreso, ya que cada individuo aumenta su derecho a recibir determinados bienes y servicios mediante su propia actividad (producción/servicio). Y como sólo podrá incrementarlo de esta manera, el estímulo al trabajo será mayor que en la economía no-equivalente, bajo cuyo régimen el derecho de obtener productos y servicios no depende de una actividad propia en la producción de bienes o prestación de servicios.
—¿Con su propuesta se eliminarían las relaciones mercantiles? ¿O el producto seguiría siendo Mercancía?
—“Mercancías” son bienes destinados a la venta, quiere decir que llegaron al mundo con el surgimiento del comercio, y que desaparecerán con su fin (fin de la economía de mercado).
Entonces (en la economía equivalente), los bienes sólo se producirán para cubrir las necesidades, y serán consumidos por el productor, o se canjearán al mismo valor (base de la distribución en la
economía equivalente).
—¿Por qué la educación se clasifica como una actividad que no crea valores?
—En primer lugar, la educación es el desarrollo armónico de toda la capacidad de la mente y del
carácter en el sentido de un acercamiento a los ideales de la humanidad. Al desarrollo de las
aptitudes mentales y físicas especiales pertenecen las actividades del aprendizaje y de la enseñanza.
En el mundo de la división del trabajo, el proceso del aprendizaje es la precondición de una actividad que crea valores; por lo cual no puede figurar entre las actividades que crean valores; la enseñanza, a todos los niveles, es un trabajo que crea valores, el cual forma parte de los servicios.
—¿Qué es una actividad que crea valores?
—Una actividad que crea valores es cualquier actividad que satisface necesidades vitales propias
o ajenas, quiere decir que incluye, aparte de la producción de bienes, las actividades que hoy en día se denominan como “servicios”.
—Aparentemente, la forma de propiedad en los medios de producción no tiene mayor importancia para la realización del principio de equivalencia.
—Esto es correcto para una primera fase en la transición hacia la economía equivalente. Sin embargo, en la medida en que la economía equivalente venza la economía de mercado, desaparecerá la ganancia y la propiedad privada de los medios de producción perderá su base, se
eliminará por sí sola.
—¿Si el valor del producto puede definirse mediante cantidades de trabajo, qué ventaja tendría definirlo monetariamente?
—En principio, no importa de qué manera se defina el valor de los bienes y servicios en la economía equivalente, quiere decir que puede determinarse mediante las respectivas circunstancias prácticas. Lo importante es, que el valor de todos los bienes y servicios exprese únicamente la suma del trabajo invertido.
—¿El salario se pagaría mediante una tarjeta de crédito, de la cual se descontarían los respectivos valores que el trabajador compre?
—Si los salarios y precios se compensan en forma de metal acuñado, papel impreso o mediante procesos contables digitalizados, en principio, no importa en la economía equivalente; esto lo determinará la respectiva situación técnica.

—¿Qué papel tiene el mercado?
—En la economía equivalente ya no habrá ningún mercado, porque a) el precio no resultará de la
oferta y la demanda, sino del valor de los bienes producidos y del salario; b) el almacenamiento, el transporte y la distribución de los bienes producidos se convertirán en servicios, cuyo valor, al igual que el valor de todos los servicios, equivaldrá al tiempo de trabajo invertido, y de esta manera, formará parte del valor de los bienes distribuidos.
—Usted escribió hace cinco años que el intercambio equivalente presupone la existencia de una medida objetiva del valor (Wertmass) y que esta medida todavía no existía. ¿Por qué es tan difícil encontrarla, si sus bases teóricas ya fueron descritas en la teoría del valor de la economía clásica?
—El descubrimiento, la intelección de que sólo el trabajo incorporado en un producto constituye su valor real, se logró elaborar efectivamente hace doscientos años. Sin embargo, entre este descubrimiento y el desarrollo de una matriz que se pueda aplicar al cálculo de este valor en toda la economía, hay un trecho muy largo. No hay obras precedentes útiles y, por lo mismo, la medida objetiva del valor, como sucedió con el descubrimiento y la descripción del principio de equivalencia, tiene que ser elaborada necesariamente desde el principio (ab ovo).
—¿Cómo se explica que los creadores de la teoría del valor no hayan emprendido esta tarea, pese a que sin esta medida del valor, la teoría del valor quedaba como mera teoría sin utilidad práctica para un orden racional de la economía?
—Adam Smith y David Ricardo estuvieron convencidos de la economía de mercado, en la cual los precios de los productos (independientemente de sus valores) son determinados por la relación
entre oferta y demanda. Dado que el valor no tiene importancia para la economía de mercado, no había motivo para analizar el valor de los productos individuales. Únicamente en la economía de equivalencia, que descansa sobre la coincidencia (identidad) completa de precio y valor, requerimos de manera imprescindible la medida del valor, la matriz, con la cual podemos calcular el valor de cualquier producto.
—¿La medida del valor que se está elaborando se expresará en una matriz muy complicada?
—No. Esta matriz tiene que ser entendible para la gente en general y de fácil aplicabilidad. Y para que esto sea así, hay que hacer compatibles las complejas y difícilmente observables partes del valor de los productos con una matriz sencilla, común para todos ellos. Además, la economía basada en el principio de equivalencia exige la sincronización (Aufgehen) completa de los movimientos de todos los valores dentro del circuito económico global. Esto es lo que hace tan difícil elaborar esta matriz.
—Constantemente se calculan, para millones de productos, precios que se modifican rápidamente. Por ende, este proceso de cálculo del precio tiene que ser fácil y rápido; ¿por qué, en cambio, es tan difícil calcular el valor de estos productos?
—En la economía de mercado los precios resultan de la oferta y demanda, es decir, sin un cálculo del precio propiamente dicho. En cuanto la determinación del precio descansa sobre un cálculo de costos, éste se basa exclusivamente en precios, no valores. En este sentido, el vendedor parte de los costos de producción de sus materias primas e insumos (Vorprodukte); es decir, de sus precios, no de sus valores. Les agrega costos operativos (Betriebskosten), donde está incluido el trabajo con su precio (igual a salario) y no con su valor, al igual que sus expectativas de ganancias.
El precio que resulta, lo trata de realizar en el mercado. Pero esto sólo le es factible si se mantiene dentro de los límites de los precios de los productos que compiten con los suyos. La determinación del precio es, por ende, un complicado proceso en constante movimiento que no tiene nada que ver con la determinación del valor para todos los productos.
—Sin embargo, en el lexicón alemán más divulgado, se define ya el término “precio” como “el valor de un producto expresado en dinero”.
—Si esta afirmación (que usted podía leer hasta 1989 de manera casi idéntica en los manuales y las enciclopedias de la RDA) fuera correcta, entonces el principio de equivalencia estaría realizado y la economía de satisfacción de necesidades (Bedarfsdeckungswirtschaft) hubiera sustituido a la economía de mercado. Pero, de hecho, nos encontramos dentro de la horrible última fase de la economía de mercado, que se caracteriza por el cada vez mayor abismo entre precio y valor. El precio que se forma en el mercado no tiene, por lo tanto, ninguna relación con el valor, que es independiente del mercado.
—Entonces, los precios no le pueden ayudar en su búsqueda de los valores. ¿En qué categorías se basará su matriz de valores?
—Exclusivamente en la cantidad de trabajo. El valor de un producto, en el cual se incorporan seis horas de trabajo, es el doble del valor de un producto, que contiene tres horas de trabajo.
—Esto parece sencillo. ¿Por qué, entonces, necesita años para integrar tan sólo las bases matemáticas de este cálculo en una matriz que sería accesible y manejable para todos? Porque su intención no es determinar el valor de cada producto particular, obra que, seguramente, trascendería la capacidad de trabajo de cualquier persona individual.
—Así es. Parece relativamente sencillo elaborar una matriz que fuese utilizable para la determinación de los valores de los productos que se supone, resultan de pocos y fácilmente discernibles pasos laborales. Por ejemplo, 50 kg de papas: si el campesino ha cosechado 240 000 kg de papas en su campo de 10 ha, y resta 30 000 kg, de las semillas de papa tomadas de la cosecha anterior, entonces sus 50 kg contienen la 1/4200 parte del tiempo de trabajo que empleó para la producción de 210 000 kg.
Todo empieza con el cultivo de la tierra (arar y fertilizar) = 90 hr. Pasar la grada = 10 hr. La plantación de las semillas de papa = 30 hr. El uso de herbicidas = 5 hr. Tres semanas después atención a las surcas = 10 hr. Al mismo tiempo se emplea insecticida = 2 hr; ambos trabajos tienen que repetirse en promedio una vez más = 12 hr. Cuatro a cinco meses después la cosecha: dos campesinos a 80 hr = 160 hr. El transporte de la cosecha a la casa/almacén = 15 hr. Sortear las papas y colocarlas en sacos: cuatro campesinos a 50 hr. = 200 hr. Finalmente la entrega al vendedor o la cooperativa = 50 hr. En total 594 hr. = 35 640 minutos, divididos por 4200 = 8.5 minutos. Este sería el valor de estos 50 kg de papas, si no contuviera otros trabajos (valores). No obstante, hay una serie de otros factores que participan de alguna manera en la constitución del valor de nuestros 50 kg de papas. El campesino ha utilizado un tractor para arar, fertilizar, plantar, distribuir insecticidas y herbicidas, etcétera. Del valor del tractor, que también existe independientemente de su precio, entran las partes correspondientes en el valor de los 50 Kg Pero el mismo valor del tractor está constituido por fracciones de los tiempos de trabajo de empleados, trabajadores y técnicos de la fábrica de tractores y de todas sus empresas suministradoras, por ejemplo, de la producción de los materiales y su transporte; una parte del tiempo de trabajo para la producción de las herramientas y máquinas usadas; una parte del tiempo de trabajo empleado en la generación de la energía consumida en la producción del tractor; una parte del tiempo de trabajo empleado en la construcción del edificio de la fábrica de tractores y de todos los materiales utilizados en ello; un tiempo de trabajo para el transporte de los tractores terminados hacia su agencia distribuidora; el tiempo de trabajo necesario para la construcción y el mantenimiento de esa agencia de distribución, donde el campesino adquirió su tractor. Y todo esto también para los dos remolques de su tractor, al igual que para la máquina cosechadora y la máquina para sortear, que arrendó por un corto plazo a la cooperativa (por lo que la cantidad de tiempo de trabajo encarnado en estos aparatos entra en una medida mucho menor a nuestras 50 kg de papas).
En todos estos cálculos de valores se puede recurrir a métodos para calcular amortizaciones, que
han mostrado su utilidad en los cálculos de precios. Pero también la generación de fertilizante natural utilizado por el campesino, exigía tiempo de trabajo que está incorporado en nuestros 50 kg de papas. El fertilizante sintético que utilizó fue producido en una fábrica química y los 80 kg de este fertilizante, usados para las 10 ha., representan una parte del valor de estas papas. Este valor se determina en relación al tiempo de esta pequeña cantidad frente al tiempo que fue necesario para la producción total en esta fábrica química dentro de un tiempo determinado, y en este cálculo, al igual que el de la constitución del valor del tractor, entran cientos de factores, desde la generación de la materia prima en países ultramarinos hasta el valor del transporte (que resulta del valor del barco, de su expectativa de vida, de su consumo de energía, del tiempo de trabajo de su tripulación, etc.), todo esto como parte relativa a los 80 kg de fertilizante sintético, que entró parcialmente en nuestros 50 kg de papas.
Muchos otros factores son parte de esto. Si el campesino usó ropa de trabajo, tiene que determinarse su valor, además del tiempo de coser, tejer e hilar, las materias primas de las fábricas textiles han entrado con sus respectivos tiempos de trabajo, al igual que los tiempos de trabajo para el saco que contiene las papas. Para los 800 kg de insecticida, que igualmente y en forma parcial se han incorporado en el valor de nuestros 50 kg de papas; se tiene que determinar de la misma manera complicada como en el caso del fertilizante sintético, las partes de estas jornadas que corresponden a los 800 kg o respectivamente 1200 kg. Dado que el campesino tiene que usar al menos cada tercer año papa-semilla diferente a la propia, tiene que integrarse también el tiempo de trabajo para el desarrollo biológico de la papa en el valor de nuestros 50 kg.
—¿Si el cálculo en un caso como 50 kg de papas requiere una cantidad extraordinaria de datos y cálculos complicados, ¿cómo puede estar seguro, que encontrará la matriz con cuya ayuda puede lograr lo que desde el descubrimiento de la teoría del valor ni siquiera se había tratado de hacer de manera tentativa?
—Sobre la base de mis resultados obtenidos hasta ahora estoy optimista. Porque usted tiene que
tomar en cuenta que aquí realicé el cálculo del valor de mis 50 kg de papas desde cero. Pero los productos están limitados en su cantidad y si se hubiera calculado anteriormente el valor de un tractor, de un kg de fertilizante sintético, de la ropa para trabajar, de un saco, entonces el cálculo del valor de nuestros 50 kg de papas sería mucho más fácil.
—¿Pero no hay que agregar a los factores del valor ya mencionados, otros como: tierra, capital y ganancia?
—No. Esos factores son reminiscencias de la época de la economía de mercado, que sólo pueden formar parte del precio, pero que no tienen cabida en el valor de los productos. No estarán presentes en la economía equivalente e incrementarán durante el periodo de transición como partes del precio la diferencia entre valor y precio.
—Al final de la época de la economía mercantil, ¿el precio es mayor que el valor?
—En términos generales y en cuanto a la economía mundial como totalidad, sí. Porque la base y la dinámica fundamental de la economía mercantil consiste en el afán de hacer ganancias. Y la ganancia no es otra cosa que la diferencia entre el valor y el precio. Sin embargo, dado que la formación de los precios en el mercado mundial no sólo depende de la demanda y oferta, sino también del poder de mercado de los países ricos, embargos, restricciones, tarifas aduaneras, subsidios, etc., esas ganancias se desplazan evidentemente cada vez más hacia los países ricos. Sin embargo, con precisión podremos decir esto, cuando los valores de todos los productos generados en el mundo hayan sido calculados y comparados.
—¿En qué medida, la realización histórica de la economía de equivalentes requiere de la intervención deliberada de los pobres y explotados, desde movimientos políticos hasta procesos revolucionarios, es decir: ¿este sendero de la historia es inevitable, i.e., independiente de la conciencia y disposición de lucha de los oprimidos?
—La transición desde la economía de mercado hacia la economía de satisfacción de necesidades es un proceso históricamente condicionado e imparable, que ya está realizándose. La conciencia pública es parte de este proceso, al igual que la voluntad política, la unificación organizativa de los pobres y los que carecen de derechos, incluyendo sus actos revolucionarios.
—¿En la época de la equivalencia completa de la economía será aún necesario calcular los valores de todos los productos, cuando el precio ya no será otra cosa que el valor de un producto expresado en dinero?
Sí, el cálculo del valor, sobre el cual descansará entonces toda la economía, incluyendo los salarios y precios, existirá, pero no como un cálculo de precios independiente de aquél. Hasta aquí los comentarios de Peters.
Una economía socialista debe ser justa, democrática y eficiente. Para lograr la justicia se han tratado históricamente dos caminos: la redistribución de la riqueza, vía el Estado (socialdemocracia, CEPAL, keynesianismo) y la estatización de los medios de producción (socialismo histórico). La nueva economía ofrece una tercera estrategia mediante el intercambio equivalente en productos y servicios.
La precondición para la nueva estrategia es el conocimiento del valor objetivo de los productos y servicios. Los economistas burgueses sostienen que no hay tal valor (precio) objetivo porque los precios se determinan por la relación entre oferta y demanda y las preferencias subjetivas de compradores y vendedores. Y si no hay valores objetivos, no puede haber intercambio de valores objetivamente justos (iguales o equivalentes). Por lo tanto, los precios libremente acordados, por ejemplo, de la mano de obra, son el único mecanismo de justicia social posible, en la economía.
Este argumento mistificador ha recibido un golpe mortal por los trabajos del matemático alemán Carsten Stahmer. Los cálculos de Stahmer sobre cincuenta y ocho áreas de producción de la economía de la RFA (1990), realizados en valores de trabajo sobre la base de tablas monetarias de insumo-producto del gobierno alemán, muestran la viabilidad operativa-matemática de la nueva economía. En aportaciones posteriores, el autor logró también la valorización objetiva del trabajo en los servicios (por ejemplo en la educación y la formación de “capital humano”) y en entidades relativas al medio ambiente. Es decir, ya disponemos de escalas de medición monetaria de los productos (precios), de valores (tiempo invertido) y de volúmenes físicos (toneladas, etc.), que son conmensurables entre sí. Este avance es un paso decisivo hacia una base operativa unitaria de la economía y es de particular importancia para la fase de transición que vivimos.

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Si se analiza el destino del socialismo teórico clásico de Marx y Engels con relación a otros grandes paradigmas de la ciencia, llama la atención que el primero no tuvo un desarrollo científico comparable al de los paradigmas de la física o la biología.

El socialismo teórico clásico (Marx/Engels), la biología teórica clásica (Darwin) y la física teórica clásica (Newton), tienen orígenes comunes en la epistemología científica de los siglos XVIII y XIX; sin embargo, su evolución posterior es muy diferente. Mientras los modelos de Darwin y Newton se convierten en fundamentos de una física y biología teórica constantemente renovada – que se profundiza y potencia cualitativamente en el siglo XX con el desarrollo de la teoría de la relatividad, la física cuántica y la biología molecular, entre otros– no sucede lo mismo con la obra de Marx y Engels.

Ilustraremos este hecho con la evolución de la física. Las leyes encontradas por Newton explican, en esencia, determinados movimientos mecánicos de los sistemas naturales. Cuando se trata de interpretar movimientos o realidades más complejos, por ejemplo, los termodinámicos o electrodinámicos, se requieren nuevos paradigmas de interpretación. Algunos de esos paradigmas o teorías fueron desarrollados por Albert Einstein en las teorías de la relatividad; por Werner Heisenberg y Max Planck en la física cuántica y Murray Gell-Mann en la teoría de los quarks.

Si se busca una explicación para este extraordinario avance de la física teórica –que abrió nuevas dimensiones de la realidad al conocimiento objetivo y al dominio humano– la respuesta es sorprendente: se debe a una interacción dialéctica (influencia mutua) entre: la física experimental, la física teórica, la matemática pura y la lógica. Es la constante interacción entre el conocimiento empírico (experimental), el razonamiento sintético (teórica) y los sistemas abstractos de la matemática pura y la lógica que ha permitido la vertiginosa evolución de la física, desde Newton hasta la actualidad.

Lamentablemente, no se produjo la misma evolución en el paradigma de Marx y Engels.
Vladimir I. Lenin, Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci y otros próceres dedicaron su vida a la implementación de la teoría clásica del socialismo en la práctica, haciendo la revolución contra el capital y defendiéndola. En esa lucha aportaron aspectos importantes que enriquecieron al socialismo teórico clásico: por una parte, porque se enfrentan a realidades determinantes que no existían aún en tiempos de Marx (por ejemplo, el capitalismo monopólico) y, por otra, porque la misma realización práctica del paradigma genera realidades que exigen nuevos planteamientos teóricos.

Sin embargo, esas aportaciones inspiradas y forzadas por las necesidades de la práctica, no le proporcionan a la teoría del socialismo revolucionario nuevas fuerzas teóricas, que fuesen comparables a las de los nuevos paradigmas de la física. Tenemos, en consecuencia, una especie de socialismo experimental o aplicado, pero no el socialismo teórico ni su “matemática” y lógica pura. En consecuencia, carecemos de una teoría socialista para el siglo XXI que pueda guiar las luchas de transición hacia el triunfo de las mayorías.

¿Quiere decir esto, que lo que Marx, Engels, Lenin y otros socialistas desarrollaron, es obsoleto para la actualidad? ¿Que ya no puede aportar nada su obra? No, por supuesto que no. Sería como afirmar que Newton es obsoleto, porque existe Einstein. Para determinadas tareas de la realidad, las enseñanzas de estos próceres revolucionarios siguen siendo vigentes; pero, para otras nos faltan los Einstein, Planck, Heisenberg y Gell-Mann del socialismo teórico.

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Sin embargo, no pudieron hacer lo mismo con el segundo polo del problema: la lógica de la economía de mercado. No dejaron un programa concreto de una economía socialista, por la simple razón, de que ni el conocimiento científico ni el avance de las fuerzas productivas lo permitieron.
La teoría del valor, que es la esencia de la economía política de Marx y Engels, había determinado correctamente, siguiendo a Ricardo, el valor objetivo del producto en la cantidad promedia de trabajo abstracto, invertido en la producción de una mercancía. Pero no existieron las computadoras ni la matemática avanzada para calcular en la práctica el valor de un producto. El teorema vital de una economía cualitativamente diferente a la del mercado, no se pudo convertir en la base operativa de una economía real. Es por eso, que todas las economías de los países socialistas se han basado en cálculos de unidades monetarias —generalmente orientados en los precios del mercado mundial— y no en unidades de cantidades de trabajo abstracto. Y, por lo tanto, el intercambio de productos tampoco pudo realizarse en términos de equi-valencias —equidad de valores—, sino en términos de equi-precios —equidad de precios.

Esa incapacidad objetiva de fundamentar la economía de la nueva sociedad sobre una base cualitativamente diferente a la de la economía nacional de mercado, hizo imposible el salto cuántico del sistema y permitió la involución de la Unión Soviética. Apenas hoy, el problema matemáticooperativo se resuelve a través del genio de Arno Peters que tendrá el mérito histórico-científico de haber aportado el eslabón faltante (missing link) en la cadena de evolución hacia la sociedad sin clases.

A continuación las reflexiones de Peters sobre esta problemática:
¿Existía una economía equivalente en los países comunistas? [...] Mediante la socialización de los medios de producción fue posible que, como economía dirigida, lograra cubrir las necesidades básicas de la gente. El derecho al trabajo fue garantizado como derecho constitucional. La moderación ocupó el lugar de la insaciabilidad de la economía de mercado. La ganancia perdió su fundamento con la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. La vida de cada individuo alcanzó la garantía existencial y una perspectiva para el futuro. La diferencia de ingresos se redujo de una proporción, de uno a más de un millón, a una proporción de menos de uno a diez.

[...] Todos estos fueron enormes avances históricos. ¿Pero será que por eso la economía dirigida comunista ya era equivalente?
Ahí, los precios de los productos no eran equivalentes a su valor; por lo tanto, no estaban fijados por el tiempo laborado, contenido en ellos. Los salarios no equivalían a los valores que los trabajadores habían agregado a los productos. Quiere decir, que la economía en los países comunistas no era equivalente. De este modo, la explotación de los hombres a través de sus prójimos [...], sólo se había erradicado según las categorías de Marx, pero no en la realidad. Para
Marx, explotación era “la apropiación gratuita del producto de trabajo ajeno (trabajo excedente)
sobre la base de la propiedad privada de los medios de producción”. Pero: si la explotación
estuviera sujeta a la propiedad de los medios de producción, entonces, los managers, los médicosjefes y los directores de banco (como no-propietarios de medios de producción, que sólo viven a base de la venta de su fuerza laboral), formarían parte de los explotados; por el contrario, los campesinos y albañiles, como propietarios de sus medios de producción, no serían explotados, y si empleaban a un ayudante o peón por salario, serían explotadores. En los países comunistas, la explotación de los hombres por sus prójimos se había reducido a la diferencia en su nivel de sueldos. Cabe preguntarse entonces, ¿cuál es la relación entre el salario y el valor proporcionado por el trabajador, es decir, el tiempo laborado?

Ocho años después de la muerte de Ricardo, John Gray amplió la Doctrina sobre el salariodinero como realización del derecho al producto íntegro del trabajo, creada por Robert Owen, hacia un sistema coherente: después de haberse asegurado del tiempo de trabajo empleado, un banco central entrega certificados que se refieren a una hora laborada, un día laborado o una semana laborada, y los cuales tienen validez como orden de pago de un producto que requirió el mismo tiempo de trabajo. Esta equiparación consecuente del valor del producto con el tiempo laborado, contenido en cada producto, deduce de la teoría sobre el valor del trabajo la medida absoluta que
Ricardo buscaba. Y también concuerda con la teoría de Smith, quien dijo en su obra principal: “De iguales cantidades de trabajo se puede decir que en todos los tiempos y todos los lugares, siempre son del mismo valor para el trabajador.”

Sin embargo, 28 años después de Gray, Marx rechazó la absolutización del tiempo laborado como medida del valor, porque no convierte el producto del trabajo en mercancía en el sentido de la economía de mercado. Al principio, Marx comparó el tiempo de trabajo individual con el tiempo de trabajo socialmente necesario, quiere decir, el tiempo “para producir algún valor útil dentro de las condiciones de producción sociales existentes y con el promedio social de habilidad e intensidad del trabajo”. Sólo esto ya incluye una relativización del tiempo real laborado, la cual ahora ya no es la medida de valor directa objetiva. Para Marx, el trabajo humano es el “gasto de una fuerza de trabajo simple..., que en promedio posee todo hombre común..., en su organismo físico. [...] Un trabajo más complicado, sólo es considerado como un trabajo sencillo elevado a una potencia o, más bien, multiplicado, de manera que una cantidad menor de trabajo complicado equivale a una cantidad grande de un trabajo sencillo. La experiencia demuestra que esta reducción sucede constantemente... Las proporciones en las cuales diferentes tipos de trabajo están reducidos a trabajo sencillo como su unidad de medida, son determinadas por un proceso social a espaldas de los productores, por lo cual les parecen ser un resultado de la tradición”.

De esta manera, Marx regresa a Ricardo quien dijo al respecto: “Si yo..., me refiero al trabajo como la base de todo valor, y a la cantidad relativa del trabajo como base determinante del valor
relativo de las mercancías, entonces, no se debe suponer que no haya notado que es necesario comparar las diferentes calidades del trabajo y la dificultad entre el trabajo de una hora o de un día en determinada ocupación, y el trabajo de la misma duración en otra. La valoración que se les da a las diferentes calidades de trabajo, pronto se producirá en el mercado con una precisión satisfactoria para todos los fines prácticos. En esto, mucho depende de la habilidad del trabajador y de la intensidad del trabajo realizado. Una vez creada la escala, sólo sufrirá cambios mínimos.”

Sin embargo, esta escala (como el resultado determinado mediante un proceso social, según Marx) no es otra cosa que el “salario natural” que se ha formado “en el mercado”. Esto quiere decir que Smith, Ricardo y Marx no determinaron el precio de mercado de los bienes conforme a su valor expresado en tiempo laborado (o, ni siquiera lo midieron con él), sino señalaron el valor de los bienes como un resultado del tiempo laborado, en relación con los salarios vigentes en el mercado, y presentaron el resto que sobraba con este método, como renta y ganancia. De este modo, se había llegado a la más alta dimensión de la consecuencia teórica sobre el valor del trabajo, la cual era compatible con la continuación práctica de la economía de mercado no-equivalente y que también seguía practicándose en forma menos rigurosa en la economía planificada comunista.

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